A veces no hace falta decir mucho.
Hay días que se explican solos,
con una mirada,
con un silencio.
con un gris que no duele del todo,
pero que tampoco se va.
Es ese momento en el que el alma se sienta a descansar,
cuando ya no puede correr detrás de nada
ni huir de lo que siente.
Hay una ternura extraña en ese silencio compartido,
en esos ojos que me entienden sin hablar,
ojos que acompañan,
que esperan conmigo
sin exigirme volver a ser la de antes.
No todo lo gris es pérdida,
a veces solo es parte del camino
de volver a encontrarse.
Esa mirada,
[la mía]
ya no busca,
solo observa.
A veces pienso
que en los ojos se queda todo lo que el alma no sabe soltar.
Y tal vez por eso brillan así:
no de alegría,
sino de verdad.


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