“Verla llorar deber ser comparable a contemplar una estrella fugaz y pedir siempre el mismo deseo: que deje de hacerlo.
Se le nota en la mirada que sus párpados tienen mucho más peso que soportar aparte de sus pestañas. Pero está preciosa incluso estando triste.
Al igual que un juguete roto, no se arregla porque dejes de jugar con él, lo mismo pasa con su corazón. Está tan hecho ruinas que hasta convertido en polvo se lo lleva el viento. Lo que no sabe es que, incluso estando en el aire, deja sin respiración.
Tiene esa manera especial de colarse en los pulmones de cualquiera y hacerlo perder el equilibrio por cambiarse de acera y cruzarse con ella intentando forzar un mínimo roce de la piel.
Eso por no hablar de las lágrimas secas que todo el mundo sabe que tiene tatuadas en las mejillas y que intenta camuflar con una sonrisa. Joder, mírala… parece hasta fuerte. Parece hasta nueva.
Le queda bien cualquier cosa, hasta esas ojeras color púrpura. Le queda bien la tristeza; y es una lástima porque debe ser increíble verla feliz. Y luego está él, que fantasea con invitarla a bailar y que ella le diga que no sabe y qué la suba sobre sus pies y mucho más. Pero no la invita porque duda de si le quedará bien la sonrisa que ha creado para ella y la ve tan frágil que no sabe si aguantará su intento de reparación o acabará con ella”
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